viernes, 30 de diciembre de 2011

HISTORIA DE LA CIENCIA


La ciencia también tiene su Historia. Esta disciplina cuenta con innumerables anécdotas que nos acercan a la realidad más humana de la ciencia; una forma de conocer cómo somos nosotros mismos y cuándo comenzamos nuestro camino para convertirnos en lo que hoy somos.


Cada época tiene sus enigmas científicos, los verdaderos retos al conocimiento que deben resolverse para continuar con el avance de la ciencia. Hace miles de años, los astrónomos persas empezaron a comprender el movimiento de los astros en la esfera celeste. Los griegos descubrieron que la Tierra era una esfera flotando en el espacio. La edad media asistió al nacimiento de la química y no mucho después, el oscurantismo fanático de siglos dio paso a la comprensión de que no somos en centro del Universo. A partir de ahí, las cosas se dispararon. Comprendimos muchas de las fuerzas de la naturaleza, aprendimos a dominarlas o aprovecharlas, hasta que muchos creyeron que la ciencia había llegado a su final. Eso ocurrió a finales del siglo XIX. Entonces, varios jóvenes, como Max Planck y Albert Einstein, revolucionaron el mundo.
Hoy, en los inicios del siglo XXI, nadie se atrevería a pensar que la ciencia esté agotada. Muy al contrario, los enigmas son tan profundos y, a veces, desconcertantes, que el impulso de la investigación se halla en su máximo esplendor. Algunas de las investigaciones prometen hacer que el mundo futuro sea tan diferente al actual, que los más sesudos escritos de ciencia-ficción o anticipación científica queden tan trasnochados como los cohetes de hélice de "Un mundo feliz" de Aldous Huxley, o el cañón que dispara la cápsula de los protagonistas en "De la Tierra a la Luna" de Jules Verne.
A una de las mentes más brillantes del siglo XIX, August Comte, le preguntaron en cierta ocasión si el conocimiento humano, y en concreto la ciencia, tenía o no fronteras infranqueables. Comte respondió que sí, que el hombre nunca llegaría a conocerlo todo. No estaba refiriéndose al terreno difuso y resbaladizo de la filosofía, y sus preguntas en forma de cebolla. No, Comte se refería a cuestiones concretas. Quien le inquiría le pidió un ejemplo, y el prohombre le dijo que jamás seríamos capaces de saber la composición de las estrellas. Hoy, con un aparato llamado espectrómetro, incluso un niño pueden obtener la composición de cualquier estrella dándole a un botón. Eso sí, en un observatorio astronómico. Es algo tan rutinario que uno siente cierta simpática lástima por el viejo Comte.
Muchas cosas que se creían imposibles son posibles, y muchas cosas que eran impensables son hoy tan normales, que lo impensable sería que no existieran. El desarrollo de la ciencia, y de su sustento, la técnica, han sido tales desde que el hombre consigna su propia historia, que casi produce vértigo. Vértigo hacia atrás, pero también hacia delante, al imaginar el porvenir y tratar de vislumbrar eso inimaginable que algún día será tan habitual como la comunicación por ondas de radio lo es hoy.
David Zurdo.
http://www.cadenaser.com/cultura/articulo/ser-historia-historia-ciencia/csrcsrpor/20111229csrcsrcul_4/Tes

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