jueves, 31 de julio de 2014

100 AÑOS DEL ESTALLIDO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

El 28 de julio de 1914 dio comienzo la Gran Guerra, un conflicto armado cuyo escenario principal fue Europa y que en aquel momento resultó ser el más sanguinario de la Historia de la Humanidad. El continente recuerda hoy a los aproximadamente 10 millones de fallecidos en la contienda. El actual orden mundial está estrechamente ligado a lo ocurrido entre 1914 y 1918.

«Ha habido un asesinato. La princesa está muy alterada. El archiduque Francisco Fernando ha sido asesinado en un lugar llamado Sarajevo. Aunque imagino que eso no va a suponer ningún cambio para gente como tú y yo».

Así terminaba uno de los capítulos con los que Ken Follet trató de describir todos los horrores de la Gran Guerra en su novela «La Caída de los Gigantes». El personaje encargado de pronunciar la frase, Nina, una doncella que estaba al servicio de un lord inglés apellidado Fitzherbert, no se podía imaginar, quizá como millones y millones de personas, el desastre y las pérdidas que sufriría el Viejo Continente durante los siguientes cuatro años a consecuencia de aquel magnicidio efectuado por Gavrilo Princip, el nacionalista serbobosnio encargado de asesinar al archiduque Francisco Fernando, heredero al trono del Imperio Austro–Húngaro, apenas un mes antes del brutal comienzo de la conflagración.

El pensamiento de Nina, en cierta medida, concordaba con el de los oficiales al mando de los diferentes ejércitos beligerantes (el alemán, austriaco y el otomano por un lado y el francés, británico y ruso por el otro). Pensaban éstos que la guerra sería rápida y que finalizaría antes de la Navidad de 1914. No habría demasiadas muertes y, a fin de cuentas, para 1915 se habría recobrado la normalidad en el continente. Nada más lejos de la realidad.

El 28 de julio de 1914, fecha de la que se cumple este lunes un siglo, comenzaron a resonar los 848 cañones, a escupir fuego las 4.650 ametralladoras, a machacar desde el aire los centenares de aviones a sus enemigos, a ejecutar bloqueos sin cesar los 180 navíos de guerra, y a movilizarse las más de 300 divisiones de infantería empleadas para la contienda. Una carnicería que no pararía hasta cobrarse la vida de más de 10 millones de personas y mutilar a otros tantos en los campos de batalla de Verdún, el Somme, el Marne o Tannerberg, entre otros muchos.

Actos conmemorativos previstos en Europa

Los países que se vieron implicados en la cruenta I Guerra Mundial evocarán durante los próximos días el inicio de un conflicto que cambió el mundo. En Francia, para tal efecto, se creó la Mission du Centenaire, la cual lleva trabajando meses con el objetivo de organizar exposiciones, ceremonias, conciertos o manifestaciones, así como de recopilar documentos gráficos o audiovisuales que se pueden encontrar en su portal web. Además, el país galo acogerá a miles de descendientes de los combatientes de los dos bandos de la contienda. Un punto de encuentro para nada casual, puesto que el territorio francés fue el más devastado por la tragedia.

En Gran Bretaña, el presupuesto dedicado por el gabinete de Cameron a celebrar la efeméride es de unos 50 millones de libras, equivalente a 60 millones de euros. Las fechas clave para los insulares serán el 4 de agosto de 2014 –un siglo de la declaración de guerra contra los imperios centrales-, el 1 de julio de 2016 – 100 años del inicio de la campaña del Somme; fue el día más trágico de la guerra para ellos-, o el 19 de febrero de 2015 – en tal fecha, pero en 1915, los británicos invadieron la península de Gallipoli flanqueados por australianos y neozelandeses-.

En otras naciones, como Bélgica, ya se han celebrado actos conmemorativos. El pasado 26 de junio, en la ciudad de Yprés, escenario de numerosas y sangrientas batallas que le costaron la vida a millares de soldados alemanes, belgas, franceses y británicos, se reunieron los líderes de los países de la Unión Europea para hacer llegar a los ciudadanos un mensaje de paz y tolerancia.

En Alemania, el principal baluarte del programa del centenario es la exposición acerca de la I Guerra Mundial en el Museo Histórico Alemán de Berlín, que puede ser visitada hasta el 7 de diciembre de este año.

Una huella reciente

El de la I Guerra Mundial puede parecer un asunto lejano y olvidado, como la foto de un antiquísimo antepasado guardada en el fondo de un baúl. La masacre iniciada el 28 de julio de 1914, sin embargo, está detrás de muchas de las cuestiones que nos permiten comprender el orden mundial a 28 de julio de 2014.

Además, al finalizar la contienda en 1918, cuatro imperios (el alemán, el otomano, el austro–húngaro y el ruso) se derrumbaron y las hasta entonces grandes potencias entraron en la más absoluta miseria económica, lo que abrió las puertas al proceso descolonizador propiciando la independencia de numerosos estados actuales en Asia y África.

No menos importante fue la aparición de los totalitarismos y autoritarismos en Europa después de la Gran Guerra. Los bolcheviques instauraron una férrea dictadura comunista en la URSS, cuyo punto más sanguinario llegaría de la mano de Stalin entre 1922 y 1952. En Alemania, el poder cayó en manos del nazismo durante los años 30 y países como Italia y España estuvieron bajo el yugo del fascismo. Este caldo de cultivo desembocó en una nueva Guerra Mundial, la segunda, que terminó por arrebatar la hegemonía económica, política y militar a Europa en favor de Estados Unidos, culminando así un proceso que había comenzado a gestarse a finales de la segunda década del siglo XX.

También son visibles a día de hoy muchas huellas físicas del desastre. Es lo que ocurre, -siendo un ejemplo entre miles- en Verdún, una ciudad de apenas 20.000 habitantes que conserva testimonios de la época. Incontables búnkeres, refugios y trincheras siguen en pie allí, en silencio, rodeados de maleza e insectos, guardando para sí los recuerdos de la desolación, la miseria y la muerte que trajo consigo la guerra. Una guerra de cuyo inicio se cumple un siglo.


http://www.euroxpress.es/index.php/noticias/2014/7/28/100-anos-del-estallido-de-la-i-guerra-mundial/

domingo, 20 de julio de 2014

LOS NUEVOS DUEÑOS DE LOS ALIMENTOS DE LA TIERRA

¿Pueden las grandes multinacionales agroquímicas convertirse en los dueños de los alimentos que produce la Tierra? ¿Pueden esas mismas compañías convertir la naturaleza y sus semillas en su exclusiva propiedad privada?

La respuesta provoca espanto: ¡Sí… Por ese motivo, la fuente de los alimentos del planeta en que vivimos está hoy en riesgo. Diez compañías agroquímicas son dueñas del 73 % de las semillas que existen en el mercado internacional. Debido a su difusión masiva, en algunos países han desaparecido hasta el 93 % de las variedades tradicionales de varias semillas.

Solamente en México, 1.500 variedades de maíz están en peligro de extinción debido a las prácticas comerciales y legales introducidas por Monsanto y otras nueve compañías agroquímicas en el mercado agrario de ese país. Cuesta trabajo creerlo, pero ellas están privatizando los orígenes de la naturaleza.

La FAO dice que esas prácticas están perjudicando la agricultura sostenible, destruyendo la diversidad biológica y reemplazando las variedades nativas por nuevas plantas modificadas genéticamente y vulnerables a las enfermedades.

Un informe publicado por la revista National Geographic describe este desastre: en 1903, las principales variedades de maíz existentes en el mercado alimentario del mundo eran 307; hoy se han reducido a 12. Las de repollo eran 544; hoy solo son 28. Las de lechuga eran 497; hoy son 36. Las de tomate eran 408; hoy son 79. Las de remolacha eran 288; hoy son 17. Las de rábano eran 463; hoy se han reducido a 27. Las de pepino eran 285; hoy solo son 16.

Este proceso de degradación de la naturaleza es simple y al mismo tiempo perverso. Cuando alguna de estas multinacionales llega a un país, casi siempre amparada en una cláusula de un tratado de libre comercio, la lógica sencilla de la naturaleza es reemplazada por una cadena endiablada de procedimientos legales y comerciales que empieza en los bancos.

A partir del momento en que la empresa agroquímica abre sus operaciones comerciales en un país, los bancos se niegan a financiar a los campesinos que continúan sembrando las variedades tradicionales. Solo hacen préstamos a los que aceptan cultivar las variedades transgénicas patentadas. A su vez, no brindan asistencia técnica sino a los cultivadores que usan sus semillas. Cuando llega la época de la cosecha, las cadenas de supermercados no compran sino las variedades de productos transgénicos certificados con sus patentes. Después de la cosecha, los agricultores no pueden conservar las semillas. Los contratos los obligan a destruirlas. Para volver a sembrarlas, deben comprar nuevas semillas patentadas. De lo contrario, son denunciados ante los tribunales y sometidos a largos y ruinosos procesos judiciales.

Los resultados de esta cadena asfixiante son dramáticos. Solo en la India, más de 270 mil campesinos se han quitado la vida desde 1990, y su número se ha disparado hasta los 15 mil al año desde 2001, acosados por las deudas impagables y los embargos judiciales.

A tragedias como estas hay que agregar las catástrofes ecológicas provocadas por el uso masivo de pesticidas indispensables para controlar las plagas en los cultivos transgénicos. Uno de los pesticidas producidos por Monsanto está acabando con millones de abejas en varios países de Europa. En vez de suspender la venta de sus venenos, la empresa está desarrollando en sus laboratorios abejas robóticas para polinizar las plantas. De prosperar su proyecto, los agricultores europeos no solo tendrán que pagar a Monsanto las semillas patentadas y los pesticidas. ¡También deberán comprar sus abejas…

Si el mundo sigue gobernado por esta lógica abusiva, las grandes multinacionales agroquímicas van a acabar patentando como propiedad privada hasta el libro del Génesis.

JUAN JOSÉ HOYOS. Publicado el 20 de julio de 201. El Colombiano
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/L/los_nuevos_duenos_de_los_alimentos_de_la_tierra/los_nuevos_duenos_de_los_alimentos_de_la_tierra.asp