jueves, 19 de junio de 2014

LA INSURGENCIA ISLÁMICA ESTÁ MUTANDO EN RUSIA

Mientras la atención del Kremlin se dirige a Ucrania, el Emirato del Cáucaso, un grupo armado que busca crear un estado islámico en el norte del Cáucaso, amenaza la seguridad interna de Rusia de nuevas maneras.
La muerte del veterano líder del Emirato, Doku Umarov, desató el pasado otoño boreal una lucha interna de poder que causó un importante viraje en la estructura y estrategia de la organización.
Aunque inicialmente no fue bien recibido por ciertas células influyentes de la entidad, el sucesor de Umarov consolida ahora su autoridad y parece determinado a ampliar las capacidades operativas del movimiento.
Lo más significativo es que la influencia chechena en la organización parece haber disminuido.
En este punto, la principal pregunta es cuán rápidamente puede adaptarse el aparato de seguridad de Rusia a los cambios en el Emirato del Cáucaso. Un Kremlin distraído por los acontecimientos que se desarrollan en Ucrania puede fácilmente perder terreno ante la insurgencia mutante en el norte del Cáucaso.
El 18 de marzo, el Centro Kavkaz, principal portal de noticias sobre el Emirato del Cáucaso, anunció oficialmente el “martirologio” de Umarov, el jefe del movimiento.
Reconocido como una figura militar importante en la primera y la segunda guerras de Chechenia, Umarov adquirió destaque en 2007, al asumir el comando de la insurgencia y autoproclamarse primer emir de un recién formado Emirato del Cáucaso.
Si bien nació por intereses separatistas, el grupo se volcó hacia el movimiento yihadista mundial y se afilió a la red extremista Al Qaeda, del saudita Osama bin Laden.
En los últimos años, Umarov estuvo vinculado a una serie de ataques terroristas en Rusia, que incluyeron el atentado al aeropuerto de Moscú en 2011, los atentados suicidas de 2010 contra el metro de la ciudad y el de 2009 contra un tren que iba desde la capital a San Petersburgo.
Cada una de esas acciones dejó decenas de muertos y cientos de heridos. Su último vídeo de propaganda llamaba a los insurgentes islámicos a tomar como blanco los Juegos Olímpicos de Invierno 2014 en Sochi.
En los últimos años, sin embargo, Umarov desempeñó un rol cada vez menor en la planificación operativa. Su salida de escena, entonces, no alterará demasiado la organización terrorista, sugieren algunos expertos.
“El daño que infligió (al Emirato del Cáucaso) la muerte del líder es tangible, pero no será duradero”, escribió el investigador Simon Saradzhyan, del Centro Belfer para la Ciencia y los Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard, en un análisis publicado en marzo por el Moscow Times.
Las circunstancias que rodean la muerte de Umarov están envueltas en un manto de misterio: abundan las especulaciones, que van desde una enfermedad hasta un ataque con aviones teledirigidos o incluso una sublevación.
La demora en confirmar su muerte sugiere que esta disparó una lucha interna de poder, probablemente entre las “jamaats” (unidades) de Daguestán y de Kabardia-Balkaria, en disputa por el máximo cargo, que siempre había estado en manos chechenas.
Tras meses de tensas deliberaciones, un consejo integrado por seis emires provinciales seleccionó al teólogo avar Aliasjab Kebekov, alias Ali Abu-Mohammad.
El sucesor de Umarov carece del pedigrí militar de los comandantes anteriores, pero posee una notable formación teológica para empujar al Emirato del Cáucaso hacia una dirección estratégica y operativa diferente.
Radicado fuera de la República de Daguestán, Kebekov es un ex “qadi” (autoridad religiosa suprema) y el primer no checheno en liderar la insurgencia del norte del Cáucaso. Según funcionarios rusos de seguridad, fue él quien ordenó en 2012 a una atacante suicida matar al jeque sufí Said-Afandi Chirkeisky.
En una grabación de audio del mes de enero, Kebekov condena el “nacionalismo” y el “espíritu nacionalista” de los chechenos del Emirato del Cáucaso.
Tal retórica aspira a distanciar aún más al grupo del movimiento nacionalista checheno original de los años 90 y a reforzar su orientación yihadista, así como a luchar por un estado islámico sunita autónomo en Rusia, gobernado por una estricta interpretación de la shariá (ley islámica).
Mientras se distancia más de Chechenia, probablemente fortalezca sus operaciones en Daguestán, mediante una forma menos agresiva de la yihad.
Pese a cierta oposición, las últimas muestras de lealtad señalan que algunas jamaats y ciertos chechenos influyentes que manejan canales clave de financiamiento y de comunicación para el Emirato del Cáucaso, están aceptando el liderazgo de Kebekov.
Su elección también indica que el Emirato del Cáucaso puede extender su misión más allá de la región del Cáucaso norte. Operaciones recientes brindan evidencias sólidas de este posible viraje. Desde 2011, cientos de insurgentes salieron de Rusia para sumarse al Frente Al-Nusra, afiliado a Al Qaeda, en la guerra civil siria.
La organización también buscó asumir operaciones en la región rusa del Volga y los Urales. En 2012, los Muyahidines de Tartaristán, un grupo extremista muy vinculado al Emirato del Cáucaso, perpetró una serie de ataques contra líderes religiosos musulmanes en la ciudad rusa de Kazán.
Más recientemente, atacantes suicidas daguestaníes mataron a decenas de personas en atentados contra un autobús y una estación de tren en Volgogrado.
Por ahora, las autoridades rusas parecen decididas a seguir aplicando mano dura a la insurgencia.
El 19 de marzo, el secretario del Consejo de Seguridad ruso, Nikolai Patrushev, convocó a una reunión de gobierno en Chechenia para discutir cómo anular los canales de financiamiento de los insurgentes y frenar la amenaza de ataques fuera del Cáucaso norte. Pero al parecer no se evaluaron las consecuencias del cambio de mando en el Emirato del Cáucaso.
Las fuerzas rusas de seguridad eliminaron a jefes extremistas y a cientos de insurgentes en el norte del Cáucaso en los últimos años, asestando duros golpes a la organización.
Aún así, no faltan nuevos reclutas para el Emirato del Cáucaso, debido al atropello ruso de los derechos básicos de la población, incluidas la libertad religiosa y la equidad social y económica, y a la corrupción a gran escala.
Algunos observadores indican que, en las actuales circunstancias, la amenaza que plantea el Emirato del Cáucaso va a aumentar.
“La creciente importancia organizativa de la estructura de decisión del Emirato del Cáucaso representa un riesgo mayor de ataques terroristas a sitios turísticos y redes de transporte dentro de Rusia”, escribió el académico Jean-François Ratelle, de la Universidad George Washington, en un análisis.
Peter J. Marzalik es un analista independiente de asuntos islámicos en la Federación Rusa. Este artículo se publicó originalmente en EurasiaNet.org

http://www.ipsnoticias.net/2014/04/la-insurgencia-islamica-esta-mutando-en-rusia/

jueves, 12 de junio de 2014

RESPÉTEME HP

Siempre he creído que los colombianos somos ollas de presión andando. Sin ningún inconveniente, podemos pasar de la solidaridad absoluta, de empujar un carro en la calle si lo necesita, a lanzar una sarta de improperios, amenazas y matar a alguien si en un momento determinado la ira pudo más que la paciencia.

De la calma a la furia en cuestión de segundos, como vimos en el comercial que se emitió el lunes en el debate de El Tiempo entre Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga, y que rápidamente fue tendencia en las redes sociales al etiquetarse como #LaLocaDeLasNaranjas, una señora que está en una tienda y empieza a decir que la única forma para que sus cuatro hijos tengan un mejor futuro es la educación; el asunto es que, de repente, alza la voz, pierde el control y remata su perorata lanzando una naranja.

Aquí desde chiquitos nos enseñan a ser buenos para los corrillos y para caldear los ánimos, para que el otro levante la voz y, de ser posible, le pegue al otro mientras no dejan de escucharse las rechiflas y empujones. Aquí siempre hay barra para gritar y provocar pero poco estamos acostumbrados a seguir conductos, quejas, exigencias formales. Las mismas instituciones han entendido muy bien esto, saben que el colombiano prefiere insultar antes que sentar precedentes. Y así entonces, muchos se desahogan con un: "Respéteme hijueputa", y pocos se vuelven expertos en exigir los derechos como debe ser.

Pero los corrillos no solo se ven en la calle, el mismo debate del lunes puede ser una muestra representativa de nuestra absurda idiosincrasia. Es evidente que Zuluaga es un tipo agresivo y Santos un provocador. Ambos demuestran con sus posturas que cuando no hay argumentos sólidos, o no se sabe qué decir, lo mejor es gritar y manotear, como lo hizo Óscar Iván; o, en el caso de Juan Manuel, repetir la palabra que más puede alterar a un oponente: "cálmese". Lo único que faltó fue que Roberto Pombo, que no supo manejar el debate, se acercara y dijera: "El que toca mano toca cara", como decían en mi colegio, antes de que se diera un golpe.

¿Cuándo será que aprendemos a debatir con argumentos? ¿Cuándo será que exigimos algo, no a través de los gritos, sino de la razón, del reconocimiento esencial de nuestros derechos? ¿Cuándo será que los políticos nos respetan, le ponen seriedad a sus campañas? Dejen que las ideas seduzcan más que el repudio. ¿Será mucho pedir? 

Los buenos estadistas no dejan estas cosas al margen, son caballeros con la mente y con sus actos, inspiran a la gente a comportarse como ellos. El espíritu de bandidos de muchos de estos personajes que rondan los recintos más sagrados de nuestro pobre Estado, es el mismo que vemos por las calles, en las tiendas, en los lugares donde nos matamos a los gritos, y con cierta dosis de plomo, porque no sabemos hablar.

Diego Aristizabal.

http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/R/respeteme_hp/respeteme_hp.asp

jueves, 5 de junio de 2014

MILITARES, EN EL COSTAL ELECTORAL

La tradición civilista y de respeto a las instituciones democráticas ha distinguido desde hace décadas a nuestras Fuerzas Militares y de Policía. Ellas siguen dando ejemplo de acatamiento a la autoridad civil, y eso las honra y nos diferencia como Nación particularmente en la historia latinoamericana reciente.

Paradójicamente, son los civiles, y en concreto los políticos, quienes no están comportándose con la altura de miras necesaria ni el sentido de Estado que habría que esperar (y exigir) de ellos.

Es tal la revoltura de temas relativos a las Fuerzas Armadas que se están metiendo en el costal electoral, con motivo de la recta final de esta desagradable contienda presidencial, que es hora de demandar de las campañas mayor seriedad y sensatez.

Primero fue la acusación del expresidente Álvaro Uribe según la cual en Montería obligaban a los agentes de policía a organizar actos proselitistas a favor del presidente-candidato. Este desmintió la acusación, exigió respeto por la institución, y sacó en cara a su antiguo jefe la cantidad de agentes que lo protegían en comparación con los que cuidaban la capital cordobesa.

Golpes bajos usando como guante de boxeo a la institución que tantos sacrificios hace por garantizar, precisamente, la posibilidad de que los ciudadanos ejerzan sus derechos, entre ellos los políticos, de elegir y ser elegido.

Más recientemente el candidato gubernamental a la vicepresidencia, Germán Vargas Lleras, aseguró que él ha visto a oficiales de la Policía haciendo proselitismo (para la otra campaña, obviamente).

Paralelo a todo esto, las Fuerzas Armadas vienen siendo objeto de toda clase de especulaciones sobre lo que será su suerte. Para algunos, esa suerte la decidirán las Farc desde La Habana, en lo cual nadie ha aportado ninguna prueba seria. Por el contrario, el general (r) Mora Rangel, negociador del Gobierno, lo desmiente y presenta para ello su palabra, amparada con la autoridad de su propio honor militar.

El ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, exige que no se "manosee" más a la institución militar, y el director de la Policía, general Rodolfo Palomino, clama para que no los envuelvan en la refriega política. Tal vez sus voces no sean oídas por quienes más debieran escucharlas, ocupados como están en provocar ruido y furia, o en emitir maniquea propaganda televisiva cuyo mensaje sugiere que los soldados van a "hacer la guerra" por simple capricho.

Y todo esto combinado con propuestas, a nuestro juicio teñidas de oportunismo, como la de acabar el servicio militar obligatorio tan pronto se firme la paz o de
adscribir a la Policía bajo la competencia de un próximo Ministerio de Seguridad Ciudadana.

Lo del servicio militar obligatorio ha sido matizado por el ministro de Defensa, que tiene que hacer malabares para interpretar los dichos del presidente-candidato. Y lo segundo sería inconveniente y poco práctico. Entre continuar sujeta a la disciplina de la milicia o pasar a ser dependencia de un cargo político, lo indicado es lo primero.

Finalmente, se ha vuelto a mencionar el tema del voto para los militares en activo. Tampoco es oportuno. Ya Alberto Lleras (estadista sin par) explicó mejor que nadie, en 1958, por qué nuestro país prefiere unas Fuerzas Armadas no deliberantes, sujetas al poder civil y marginadas de activismo político y proselitista. Así seamos excepción en el continente, es una excepción justificada y aún plausible.


El Colombiano. Editorial del 5 de junio de 2014

http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/M/militares_en_el_costal_electoral/militares_en_el_costal_electoral.asp