sábado, 9 de noviembre de 2013

COLOMBIA: COMIENZO DEL FIN

Mientras continúan los enfrentamientos y muertes en distintos punto, las delegaciones lograron un acuerdo sobre un plan de “reforma rural integral”. Ella prevé restituciones de tierras a cientos de miles de campesinos desplazados y una fuerte inyección de recursos a las abandonas regiones agrarias. Esta es una oferta a la base social de FARC que en casi su totalidad es de origen campesino.

Esperanzas en Colombia ante la posibilidad de concluir un conflicto armado que ha costado la vida de unas 220.000 personas a lo largo de más de medio siglo. Tanto Juan Manuel Santos, el Presidente colombiano,  como Iván Márquez, vocero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), manifestaron optimismo por los avances en las reuniones que se realizan en Cuba.

Parte de su satisfacción proviene  del plan de crear  circunscripciones especiales en “zonas especialmente afectadas por el conflicto y el abandono” que tendrán escaños propios en la Cámara de Representantes. En otras palabras las FARC tendrían asegurado un cupo en el Parlamento.

Ya se cumple un año de las negociaciones entre los guerrilleros y  el gobierno en La Habana. Un primer gran logro fue acordar una agenda de puntos fundamentales para despejar el camino a la paz.  Y de entrada se estableció  que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”.  Entretanto se ha negociado mientras continúan los enfrentamientos y muertes en distintos puntos. Con todo,  las delegaciones lograron un acuerdo sobre un plan de  “reforma rural integral”.

Ella prevé restituciones de tierras a cientos de miles de campesinos desplazados y una fuerte inyección de recursos a las abandonas regiones agrarias. Esta es una oferta a la base social de FARC que en casi su totalidad es de origen campesino. Hace algunos años las FARC presentaban el siguiente cuadro: “En Colombia el 1,5 por ciento de los propietarios posee 80 por ciento de la tierra productiva” y citaban al Banco Mundial para respaldar su visión: “El 80 por ciento de la población rural colombiana vive bajo la línea de pobreza, y un 33 por ciento sobrevive en condiciones de indigencia”.

Ahora viene de anunciarse un segundo acuerdo sobre garantías para la participación en la vida política nacional. Este un punto clave para lograr la “dejación de las armas” por parte de las FARC. Para Márquez el avance “nos coloca a los colombianos en la posibilidad de abrir las puertas de una verdadera democracia”. Parte de su satisfacción proviene  del plan de crear  circunscripciones especiales en “zonas especialmente afectadas por el conflicto y el abandono” que tendrán escaños propios en la Cámara de Representantes.

En otras palabras las FARC tendrían asegurado un cupo en el Parlamento. Márquez tiene, en todo caso,  resquemores: “Lo primero que está por resolverse es la necesidad de que en Colombia se respete el derecho a la vida, la diferenciación política, la no estigmatización y el poder debatir las ideas sin temor a ser asesinado, perseguido o criminalizado”. Con estas palabras aludía a una experiencia que traumó a los guerrilleros.

En 1982, el gobierno del Presidente Belisario Betancur promovió una apertura política que contemplaba una amnistía. El viraje fue bien recibido por los insurgentes y se esbozaron negociaciones que fueron muy resistidas por las fuerzas armadas.  Las FARC realizaron un esfuerzo de reinserción política a través de la creación de un brazo político, la Unión Patriótica (UP). El proceso fue un absoluto fracaso pues los militantes de la UP, que  incluía a guerrilleros desmovilizados, fueron asesinados en forma masiva. Elementos paramilitares y no identificados, que suele ser el eufemismo para aludir a militares y agentes estatales, mataron a más de dos mil militantes de la UP.
Por delante quedan todavía tres puntos difíciles.

El próximo tema será como desmantelar el narcotráfico en las zonas de operaciones guerrilleras. En realidad este es un asunto en el cual están involucrados muchos actores incluidos, entre otros, numerosos militares, paramilitares y hacendados, estos dos últimos no son categoría excluyentes. Luego vendrá el espinoso tema de la “verdad, justicia y reparaciones”. Como en toda guerra civil ambos bandos tienen a muchos de sus combatientes con manos ensangrentadas por crímenes alevosos. Finalmente, deberán resolver sobre las formas concretas en que los guerrilleros desmovilizados podrán reincorporase a la vida social y política.

Si todo lo anterior es resuelto satisfactoriamente las propuestas resultantes serán sometidas a un plebiscito nacional. Es la forma más efectiva para lograr  la indispensable  legitimidad a un proceso que promete una Colombia  más equitativa, justa y, por lo tanto, pacífica.

Raul Shor

http://blog.lanacion.cl/2013/11/07/colombia-el-comienzo-del-fin/