Los
países emergentes están saliendo mejor librados del proceso de rebalanceo
mundial que los países avanzados. Los famosos BRICS, ahora son reemplazados por
los EAGLES, en medio de una intensa pugna por materias primas, alimentos y
recursos energéticos. El control de las finanzas mundiales ya es fuente de
graves tensiones geopolíticas. Esclarecedora mirada panorámica..
Está
tomando forma un nuevo orden económico internacional en el que los conflictos
económicos internacionales serán más habituales.
Introducción
La
recuperación económica mundial se está produciendo a dos velocidades. Mientras
que la mayoría de las potencias emergentes han capeado la crisis con gran
destreza y ya en 2010 habían vuelto a los elevados niveles de crecimiento que
registraron antes de la quiebra de Lehman Brothers, los países avanzados han
vuelto a frenar su crecimiento y el futuro les depara altos niveles de
desempleo y deuda en un contexto de envejecimiento de la población. Esto supone
que, a la salida de la
Gran Recesión (2008-2010), además de darse un desacoplamiento
entre países avanzados y emergentes, se ha producido una importante aceleración
de la tasa a la que los países emergentes están aumentando su peso relativo en
la economía mundial en relación a EEUU, la UE y Japón.
Por
lo tanto, aunque el cambio en el equilibrio de poder económico internacional a
favor de los países de Asia (y en menor medida de América Latina) lleva varias
décadas en marcha, la
Gran Recesión los ha acelerado, haciendo que en los países
ricos –especialmente la UE –
experimenten un declive económico relativo mayor del que se esperaba hace tan
solo un lustro.
Aunque
los países avanzados seguirán manteniendo niveles de renta per cápita
superiores a los de la mayoría de las potencias emergentes y su peso en las
instituciones económicas internacionales (y en los campos militar y
tecnológico) seguirá siendo dominante, irán perdiendo presencia, poder e
influencia. en el mundo y serán más vulnerables que en al pasado ante las nuevas
amenazas generadas por la globalización económica.
Este
documento estudia estas tendencias. Tras exponer brevemente por qué las
perspectivas de crecimiento son mucho mejores en los países emergentes que en
los avanzados se explica en qué ámbitos pueden aparecer conflictos derivados
del nuevo orden económico internacional que se está fraguando.
Una
recuperación asimétrica
Cuando
en 2007 aparecieron los primeros síntomas de la crisis subprime en EEUU
se planteó que tal vez los países emergentes, que tenían sólidos fundamentos
macroeconómicos y sistemas financieros saneados, serían capaces de desacoplarse
de los países ricos y no verse arrastrados por la crisis. Este desacoplamiento
no se produjo porque la crisis llegó a las economías emergentes tanto por el canal
financiero (en forma de reducción del acceso al crédito) como por el comercial
(en forma de una menor demanda por parte de los países avanzados para sus
exportaciones). Sin embargo, sí que parece haberse producido un desacoplamiento
a la salida de la crisis, con crecimientos muy sólidos en prácticamente todos
los países emergentes y mucho más lentos en los países avanzados (EEUU y Japón
mantienen el crecimiento gracias a los estímulos monetarios y fiscales mientras
que la UE se está
desacelerando a gran velocidad debido a los ajustes fiscales y la crisis del
euro).
Aunque
los países emergentes se verán afectados por el frenazo de crecimiento en los
países ricos (esta vez, sobre todo a través del canal exportador), sus
principales retos pasan por no morir de éxito, por lo que están intentando
tomar medidas para evitar el recalentamiento de sus economías, frenar la
inflación y controlar las enormes entradas de capital que están recibiendo y
que podrían generar burbujas en los mercados de activos y mayores apreciaciones
en sus tipos de cambio. Esto contrasta con la situación de los países
avanzados, que están ahogados por la deuda (pública y externa), no logran
rebajar sus tasas de desempleo y se enfrentan a una década de duro
desapalancamiento, escasa inversión y debilidad de sus sistemas financieros en
un momento en el que deberían haber tenido unas cuentas públicas saneadas para
hacer frente al envejecimiento de sus poblaciones.
Por
lo tanto, por primera vez en la historia reciente estamos asistiendo a una situación
en la que los fundamentos macroeconómicos y las expectativas en los países
emergentes son positivos mientras que la mayoría de los países avanzados
necesitan subsidiar su crecimiento para no caer en una nueva recesión. El hecho
de que por primera vez la mayoría de los préstamos del FMI se concentren en la
zona euro (y no en las economías emergentes), que se sucedan las compras de
empresas occidentales por parte de los fondos soberanos de los países
emergentes, que China acumule ya más de 3.2 billones de dólares en reservas (y
sus adquisiciones de títulos de deuda supongan la salvación de los países
europeos con problemas para colocar sus nuevas emisiones) o que cada vez más
avances tecnológicos procedan de empresas multinacionales con origen en los
países emergentes dan buena muestra de cómo está cambiando el panorama
económico internacional.
Aunque
China, la India
y Brasil son los países que se llevar la mayoría de los titulares, la
reconfiguración de pesos y fuerzas en la economía mundial va mucho más allá de
los BRIC (Brasil, Rusia, la
India y China). De hecho, este acrónimo creado en 2003 por el
banco de inversión Goldman Sachs ya se ha quedado corto y obsoleto para dar
cuenta del cambio en la geografía de la producción mundial y los cambios en los
flujos comerciales y financieros que estamos presenciando. Hoy, hay muchos
otros países emergentes (más pequeños) que están cobrando cada vez más fuerza.
Así, el Servicio de Estudios del BBVA creó en 2010 el concepto EAGLES (Emerging
And Growth-Leading Economies), que tiene la intención de sustituir al
término BRIC.
Los
EAGLES son las economías emergentes que lideran el crecimiento global, tienen
unos fundamentos económicos suficientemente sólidos como para hacer frente a
posibles adversidades y se están convirtiendo en el principal destino de
inversión a la salida de la crisis, demostrando que la tradicional dicotomía
entre países ricos “estables” y emergentes “inestables” se está rompiendo [2]. Los
EAGLES son un grupo no cerrado integrado por los cuatro BRICs y otras seis
economías que en este momento el BBVA considera igualmente relevantes. Se trata
de Corea, Indonesia, México, Turquía y Taiwán y Egipto, que podría quedar fuera
de esta categoría si en el futuro no consigue mantener su crecimiento debido a
los efectos de su transición política. Además, el grupo se irá modificando
según cambien las perspectivas de crecimiento, pudiendo dar entrada a medio plazo
a países como Tailandia, Sudáfrica, Nigeria, Argentina, Colombia, Malasia o
Vietnam.
Lo
que todos los EAGLES tienen en común es que se espera que cada uno de ellos
contribuya más al crecimiento global en los próximos 10 años que la media de
los países desarrollados grandes. Además, el BBVA estima que mientras que en la
próxima década los países del G7 sólo serán responsables del 14% del
crecimiento mundial, los EAGLES aportarán más del 50% (y China y la India aportarán la mayoría
de este crecimiento).
Las
predicciones que miran incluso más adelante (y que bien podrían equivocarse) no
dudan en afirmar que, en términos económicos, el siglo XXI estará dominado por
Asia (el XIX lo estuvo por Europa y el XX por EEUU y Europa) y que, aunque a la
altura de 2040 EEUU y la UE
todavía tendrán cierto peso en la economía mundial, se habrá consolidado un
orden económico multi polar que, a medida que avance el siglo, tenderá a un
declive relativo de la zona del Atlántico Norte y a un auge de la región de
Asia-Pacífico.
Así,
distintos informes publicados en el último año coinciden en señalar que hacia
2050 Asia será responsable del 50% de la producción mundial, Europa y América
del Norte de un 15% cada una y América Latina y África de algo menos del 10%
cada una. La economía china doblará en tamaño a la de EEUU y Alemania será la
única economía europea entre las 10 más grandes, por detrás de la India , Brasil, Indonesia,
Rusia, Japón y tal vez Nigeria o México. Además, la India se convertirá en la
mayor economía del mundo antes de 2050, ya que su población envejecerá más
despacio que la de China.
En
definitiva, en las próximas décadas asistiremos a la aceleración del proceso
que el profesor de ESADE Javier Santiso ha bautizado como el rebalanceo de la
economía mundial, que hará que la clásica distinción entre centro y periferia
planteada por los teóricos del estructuralismo hace medio siglo quede cada vez
más obsoleta. En particular, Asia volverá a recuperar lentamente el enorme peso
económico que tuvo hasta la revolución industrial y no puede descartarse que
muchos países de América Latina también ganen peso relativo en detrimento de
los países europeos, Japón y, en menor medida, EEUU.
Esto
no significa que los países avanzados vayan a perder su poder e influencia
internacionales a corto plazo. De hecho, como demuestra el Índice Elcano de
Presencia Global del Real Instituto Elcano (IEPG), la presencia de los
países emergentes, aunque destacada en el ámbito económico, es todavía limitada
en los campos militar, científico, social y cultural. EEUU sigue teniendo una
enorme presencia global y los países europeos (que sumados superarían a EEUU en
muchos de los indicadores si se tomaran como un todo) también mantienen
posiciones destacadas en prácticamente todos los ámbitos.
Como
indican Ignacio Molina e Iliana Olivie, autores del estudio, resulta llamativo
que países como la India
y Brasil aparezcan con menor presencia global que pequeños Estados europeos
como Bélgica y los Países Bajos. Ello se explica porque se trata de países grandes,
en términos relativos, pero que todavía no cuentan con una gran vocación de
presencia exterior. En todo caso, lo que sí subraya el IEPG es que la tendencia
apunta claramente hacia un aumento de la presencia de los principales países
emergentes en todas las aéreas.
Este
cambio en el equilibrio de poder en la economía mundial, que Fareed Zakaria ha
bautizado como The Rise of the Rest, ya estaba generando conflictos en
las relaciones económicas internacionales, así como en las instituciones de
gobernanza global. Lo esperable es que, durante los próximos años, estos
conflictos se intensifiquen. Por una parte, el rápido crecimiento de los países
emergentes les llevará a demandar mayores cuotas de poder en las instituciones
internacionales.
Por
otra, los problemas de endeudamiento y desempleo de los países avanzados
podrían dar lugar a un auge de las presiones proteccionistas, que podría
generar conflictos. Además, como los países avanzados tendrán que concentrarse
en sus problemas económicos internos, es posible que dejen cierto vació de
poder y liderazgo en la escena internacional que Brasil, China y la India podrían intentar
aprovechar. A continuación señalamos los principales puntos de fricción que
podrían aparecer en el campo económico, que requerirán mejorar la cooperación
económica internacional para evitar conflictos.
Pugna
por los recursos energéticos y alimentarios
El
espectacular crecimiento de los países emergentes está poniendo cada vez más
presión sobre los recursos energéticos y alimentarios mundiales. Buena prueba
de ello son los elevados precios de las materias primas en los últimos años,
entre los que además destacan las crisis alimentarias de 2008 y 2011, que
vinieron precedidas por súbitas subidas en los precios del petróleo (en 2008 el
crudo se acercó a los 150 dólares por barril y más recientemente, con las
revueltas en los países árabes, a superado los 120 dólares).
Más
allá de los debates sobre cómo la especulación en los mercados de futuros o la
política monetaria expansiva estadounidense inflan artificialmente estos
precios, el principal factor estructural que explica su tendencia al alza es la
creciente demanda procedente de los países emergentes (piénsese que el aumento
de la renta per cápita se correlaciona casi a la perfección con el
aumento del consumo de proteínas y electricidad). De hecho, la agencia
internacional de la energía estima que hasta 2030 tan solo China y la India serán responsables de
más del 40% del aumento de la demanda energética mundial, por lo que la actual
tendencia no hará más que acelerarse.
En
este contexto, será necesario aumentar la oferta de todo tipo de commodities
para evitar que los precios continúen subiendo, lo que requiere ingentes
inversiones que, por el momento, no se están produciendo al ritmo necesario.
Pero más allá de que los países avanzados tengan que empezar a pensar en el fin
del petróleo y los alimentos baratos, no es descartable que se produzcan
conflictos geopolíticos por el acceso a los recursos.
Las
recientes inversiones chinas en África en los sectores primarios demuestran que
el gigante asiático no confía suficientemente en los mecanismos de mercado para
abastecerse. Además, algunos países del Golfo Pérsico han empezado a hacer inversiones
similares para asegurarse el acceso al agua. En definitiva, dado que no hay una
institución de gobernanza energética global capaz de mediar en posibles
conflictos o asegurar la inversión a largo plazo para permitir saciar la
demanda, podemos enfrentarnos a crecientes tensiones entre las grandes
potencias.
Proteccionismo
financiero ante las inversiones de algunos países emergentes
Una
de las tendencias macroeconómicas más fuertes de los últimos años ha sido la
acumulación de ahorro en los países emergentes, tanto por sus superávit por
cuenta corriente como por las rentas derivados de las exportaciones de
petróleo. Así, tanto los fondos de riqueza soberana, que ya manejan más de 3
billones de dólares, como las empresas públicas de los países emergentes han
adquirido compañías occidentales o incluso deuda pública de los países ricos en
grandes cantidades. Dichas adquisiciones de deuda no se limitan a la
financiación del déficit por cuenta corriente estadounidense por parte de
China. Ante la crisis de deuda soberana de los países de la periferia de la
zona euro, China se está convirtiendo también en uno de los principales
banqueros de muchos países europeos en problemas, incluida España.
Estas
inversiones representan un balón de oxígeno para hacer frente tanto a la crisis
fiscal de los Estados como a las dificultades de muchas empresas. Sin embargo,
también se perciben como una amenaza porque dejan en manos de países que en
ocasiones no son aliados tanto algunos sectores considerados estratégicos como
la financiación del sector público. Así, las adquisiciones de deuda pública
europea por parte de China suponen que el gigante asiático tendrá un
instrumento de presión política para lograr ciertos objetivos de la UE (por ejemplo en el área de
derechos humanos), al tiempo que permiten fortalecer el euro y, por tanto,
minar la hegemonía del dólar en el sistema monetario internacional y aumentar
la competitividad-precio de las exportaciones chinas hacia la zona euro, algo
que a China también le interesa.
En
el campo de las adquisiciones empresariales, ya se han producido varios
episodios en los que los países avanzados bloqueaban (o ponían importantes
restricciones a) la entrada de capital extranjero en sus empresas. El caso más
sonado fue el bloqueo por parte del Congreso de EEUU de la adquisición de la
empresa estadounidense Unocal por parte de la empresa pública china CNOOC en
2005, pero ha habido muchos otros casos donde EEUU, Alemania, Japón, Francia,
Italia o Australia, entre otros, han obstaculizado la entrada de capital de los
países emergentes en sus empresas alegando razones de seguridad nacional. China
y Rusia, donde la entrada de inversión extranjera está mucho más restringida,
también han bloqueado adquisiciones de empresas europeas y estadounidenses dentro
de su territorio, lo que demuestra que este nuevo nacionalismo financiero es de
doble dirección.
En
los próximos años es de esperar que los fondos de riqueza soberana aumenten su
volumen de activos por los altos precios del petróleo, así como que muchas
multinacionales de los países emergentes tengan cada vez más músculo
financiero. Por lo tanto, los intentos de compra “sur-norte” continuarán, sobre
todo teniendo en cuenta que los países avanzados necesitarán crecientes
cantidades de ahorro externo para financiar las emisiones de deuda pública
conforme mayores porciones de sus poblaciones alcancen la edad de jubilación.
Esta situación puede dar lugar a cada vez más tensiones, derivando incluso en
un cambio de la regulación en los países avanzados para lograr un mayor control
de las inversiones extranjeras en su territorio, lo que podría poner en peligro
las bases de la globalización financiera.
Si
el establecimiento de códigos de conducta comunes a nivel global se generaliza
y es aceptado por todas las partes, no debería haber mayores problemas, pero
nada asegura que esto vaya a suceder. De hecho, por el momento, existen
acuerdos no vinculantes sobre cómo deben comportarse los fondos soberanos
suscritos por los países de la
OCDE , así como recomendaciones por parte de la UE y el FMI. Todas ellas
intentan que las inversiones sean transparentes y no estén guiadas por
criterios geopolíticos sino económicos y de rentabilidad a largo plazo. Pero, a
día de hoy, nada puede asegurar su cumplimiento, y las tensiones volverán a
aparecer cuando países “incómodos” intenten realizar adquisiciones en sectores
considerados estratégicos en los países avanzados.
Abandono
de la Ronda de
Doha y auge de un nuevo regionalismo comercial
Pero
más allá de estos factores coyunturales, lo que subyace a la crisis de
Organización Mundial del Comercio (OMC) es el choque entre los países avanzados
y los emergentes. Los primeros estaban acostumbrados hasta hace bien poco a
dictar entre ellos las reglas del comercio mundial y ven con frustración que
esto haya dejado de ser así. Los segundos, encabezados por Brasil, la India y China, consideran
que el sistema comercial multilateral tal y como opera hoy no les permite
extraer suficientes ganancias del comercio. Hasta la fecha, ha sido imposible
superar este diálogo de sordos.
En
este contexto, si no se logra un acuerdo de mínimos en la VIII cumbre interministerial
de la OMC de
diciembre de 2011 en Ginebra, las citas electorales en las principales
potencias podrían posponer el avance de la ronda indefinidamente, o incluso
llevar a abandonarla. Esto supondría un duro golpe para la credibilidad y
legitimidad de la OMC ,
que, por el momento, es el foro que ha funcionado mejor para dar salida a los
numerosos conflictos que se han producido entre los países avanzados y los
emergentes en materia económica. Una OMC sin liderazgo podría acelerar todavía
más los acuerdos comerciales bilaterales y regionales, llevando incluso a la
fragmentación de la economía mundial en bloques rivales.
De
hecho, las principales potencias comerciales llevan ya varios años promoviendo
alternativas de integración regional a la OMC y cerrando acuerdos preferenciales (recientemente
la UE y EEUU han
firmado sendos acuerdos de libre comercio con Corea del Sur, así como con otras
potencias emergentes; y China está haciendo lo propio en su área de
influencia). Además, en la cumbre de la Organización para la Cooperación Económica
en Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), el presidente Obama declaró
que EEUU era una “potencia del Pacífico” y lideró la creación de un enorme área
de libre comercio en la región que incluiría el 40% del comercio mundial. Al
mismo tiempo, la UE
ha iniciado negociaciones con la
India , lo que demuestra que, aunque sigue defendiendo la
utilidad de la OMC
y la primacía del sistema multilateral, no quiere quedarse atrás en su acceso a
los mercados asiáticos.
Si
se consolida este nuevo regionalismo, la
OMC podría dejar de ser una institución para la cooperación y
pasar a ser una para el litigio (a través de su mecanismo de resolución de
disputas), dejando de ser un foro multilateral para muchos de los temas que
dominarán la agenda comercial del futuro, como la seguridad alimentaria, los
temas medioambientales o el comercio de servicios de alto valor añadido.
Reforma
del FMI
Por
último, y aunque no se trata de un tema nuevo, la reforma de la gobernanza
interna del FMI (su sistema de cuotas y votos) se convertirá probablemente en
el asunto que mejor refleje la “batalla” a la que está dando lugar el cambio en
el equilibrio de poder mundial derivado del auge de las potencias emergentes.
El
papel del FMI en los próximos años será muy importante. Desde el estallido de
la crisis financiera en 2008, y bajo el liderazgo de Dominique Strauss-Kahn, la
institución ha vuelto a ocupar un lugar central en la economía mundial después
de años de irrelevancia. Hoy, con Christine Lagarde al frente, es posible que
incremente aún más recursos y diversifique sus instrumentos para dar respuesta
a la inestabilidad que está generando la crisis de deuda de la zona euro.
El
FMI también ha recibido el encargo de supervisar el “Marco para el crecimiento
sostenible y equilibrado” aprobado por el G-20, así como coordinar la reforma
financiera con el Consejo de Estabilidad Financiera. Finalmente, sus renovadas
–y para muchos heterodoxas– recomendaciones sobre la utilización de políticas
contracíclicas para paliar los efectos de la recesión y el uso de controles de
capital en economías emergentes, le están permitiendo recuperar cierto
liderazgo intelectual a los ojos de los países que le retiraron su apoyo
durante los años 90.
A
pesar de estos cambios, la batalla que permanece abierta es la de la reforma de
la gobernanza interna de la organización. Esta reforma, que ya se inició en
2006, tiene como objetivo dar más votos y cuotas a los países emergentes en su
Consejo de Dirección para reflejar su mayor peso en la economía mundial. La necesidad
de avanzar en la misma para mejorar la representatividad del FMI puede
ilustrarse con una simple comparación.
La
suma de los PIB de Italia, los Países Bajos, Bélgica, Suecia y Suiza sumados
como porcentaje del total mundial es menor que la suma de los PIB de China, la India , Brasil, Corea y
México (8,1% contra 11,9% medido a tipos de cambio de mercado y 5,8% contra
20,1% si se mide en Paridad de Poder de Compra). Sin embargo, antes de la
reforma de 2006 estos cinco países europeos tenían el 10,4% de los votos del
FMI mientras que los cinco grandes emergentes sólo tenían el 8,2%. Y como el
crecimiento de las economías emergentes era superior al de las europeas (y tras
la Gran Recesión
lo está siendo todavía más) esta brecha, que de por sí es difícil de
justificar, no hace más que aumentar.
Cada
vez que se produce una reforma de votos y cuotas hay ganadores y perdedores
porque, al tratarse de un juego de suma cero, el aumento de los votos de un
país significa la reducción del los votos de otro. Tras la tímida reforma de
2006-2008, el G-20 dio un paso importante en su cumbre de Seúl en noviembre de
2010. Acordó trasladar un 6% de las cuotas (y por tanto un porcentaje de votos
similar) desde los países avanzados a los países en desarrollo.
Este
ajuste llevará a China desde la sexta a la tercera posición, quedando sólo por
detrás de EEUU y Japón en número de votos. Además, en una histórica decisión,
los países europeos han acordado ceder definitivamente dos de sus ocho sillas
en la Junta Directiva
del FMI (sobre un total de 24) a los países emergentes. Los detalles de este
acuerdo no se concretarán hasta 2012 y, en todo caso, tras esta fecha, los
países emergentes seguirán demandando nuevos cambios, tanto de nuevas reformas
de votos como de un cambio en las inclinaciones ideológicas que emanan de las
recomendaciones de la institución.
En
definitiva, el conflicto dentro del FMI está servido. Aún así, en los últimos
años, se han producido cambios graduales que están siendo aceptados (con
entusiasmo por algunos y resignación por otros) sin que las duras negociaciones
minen la capacidad de acción de la institución.
Conclusión
Los
países emergentes han sorteado la crisis mucho mejor que los desarrollados.
Esta salida de la crisis a dos velocidades está acelerando el proceso de
convergencia entre ricos y emergentes al tiempo que reconfigura los flujos
comerciales y financieros a un ritmo sin precedentes en la historia económica
reciente.
La
reconfiguración del poder económico a nivel global aumentará las probabilidades
de que se produzcan conflictos económicos transnacionales. En particular, estas
rivalidades geopolíticas podrían traducirse en conflictos tanto dentro
instituciones sólidas como el FMI y la
OMC , como en los ámbitos energético, alimentario y de las
inversiones directas, donde no existe un marco regulatorio firme que pueda
servir como foro para negociar situaciones de conflicto.
Por
ello, es necesario mejorar y legitimar las instituciones de gobernanza
económica global, que son el único marco con el que cuenta la comunidad
internacional para gestionar la crecientemente compleja interdependencia
económica a la que nos enfrentamos.
* Investigador principal de Economía y Comercio Internacional del Real Instituto Elcano y profesor de
Este
artículo ha sido publicado en la revista del Real Instituto Elcano en noviembre
de 2011 (realinstitutoelcano.org)
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