Voy a contarles un cuento. Érase una
vez un grupo reducido y elitista, compuesto por personas poderosas que
gobernaban el mundo en la sombra y cuyo fin era la instauración del Nuevo Orden
Mundial, una tiranía comandada por un gobierno único. Este grupo de poder
existe y está formado por seres adinerados y amorales, está al servicio del
Mal.
Su último objetivo es convertir a la
humanidad en un rebaño de esclavos. Seguro que esto les recuerda la trama de
alguna película de ficción, o incluso al maquiavélico Goldfinger, enemigo de
James Bond. No vamos a decir que estos personajes tuvieron una existencia real,
más allá de la imaginación de su autor, pero sí conviene resaltar que Ian
Flemming trabajó para los servicios secretos de la Inteligencia Naval
Británica. Pero este tema nos interesa sólo de manera tangencial y anecdótica.
“Cuando hayamos creado una crisis económica general, por todos los medios
ocultos que nos facilita el oro que tenemos por entero en nuestras manos,
lanzaremos a la calle, simultáneamente en todos los países de Europa,
muchedumbres de obreros”. La cita corresponde al “Protocolo III”, del
enigmático y siempre discutido documento/panfleto Los protocolos de los
sabios de Sion, publicados por primera vez en el diario Znarmia-El
Estandarte de San Petersburgo, en 1903. Posteriormente hubo otras
reediciones.
La biblioteca del British Museum tiene
registrado un ejemplar ruso del libro de Serge Nilus con el número 3926 d 17,
con fecha 10 de agosto de 1906. Estos documentos serían supuestamente las actas
de una reunión secreta de los sionistas y sus planes de dominación del mundo.
La historia de este escrito es tortuosa, rocambolesca y bien aderezada de
traiciones y muertes, tejidas entre personajes de la nobleza, logias,
mariscales y policías. A pesar de ser considerado por algunos como materia
reservada y confidencial, siempre pendió la duda sobre su origen y
autenticidad.
Debo decir que leídos hoy, a la luz de
los acontecimientos, los Protocolos no parecen nada descabellados, como
demuestra la cita que acabamos de leer. La primera parte ya se ha cumplido, y
la segunda puede estar más cerca de lo que pensamos. Guillermo Buhigas –que en
paz descanse— en su obra Los Protocolos. Memoria histórica profundiza
en esta trama diseñada para controlar a la humanidad.
Sociedades secretas, masones, iluminados, Trilateral, Bilderberg… son
palabras rodeadas siempre de neblina. El secreto forma parte de la estrategia y
son los propios miembros los encargados de cuidar que el velo de Isis no se
descorra. Sin ánimo de caer en la conspiranoia irracional, vamos a intentar
desentrañar la maraña, y arrojar un poco de luz acerca de este proceloso mundo.
El judío alemán Adam Weishaupt fundó la
sociedad secreta de los Illuminati en 1776. Se trataba de un grupo restringido y
elitista, algo así como “la crème de la crème” de la masonería que teniendo
como origen la ideología gnóstica de los primeros siglos de nuestra era, habría
propiciado desde la sombra cambios históricos trascendentes, entre ellos las
revoluciones francesa y rusa. Curiosamente, en esa misma fecha aparece por
primera vez el sello de los Illuminati en el billete del dólar americano, la
pirámide con el ojo del poder universal que todo lo ve, con el lema “Novus Ordo
Seclorum”.
A los Illuminati pertenecen supuestamente
representantes de las familias más influyentes y adineradas del mundo, entre
ellas Rockefeller, Rothschild y miembros de la realeza. En sus reuniones
secretas juegan con el tablero del mundo y diseñan guerras, crisis financieras,
hambrunas, planes para corromper a los líderes políticos, tendencias y
estrategias de dominio. Son servidores del Mal, per se.
Es difícil creer que unos seres
racionales puedan planificar una guerra, pero parece que así es. En la
biblioteca del Museo Británico de Londres existe correspondencia cruzada entre
los archiconocidos masones/satánicos y miembros de los Illuminati, Albert Pike
y Giusseppe Mazzini en las que hablan de tres guerras mundiales. Las
perspectivas de las dos primeras se cumplieron.
A los Illuminati se los conoce también como Sinarquía illuminista, la Familia o el Brodherhood.
Su diseño sería un círculo con el triángulo de poder inscrito. Uno de los
vértices es la
Comisión Trilateral , fundada en los años 70 por David
Rockefeller. Otro vértice es el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), fundado
en 1921, circunscrito a Estados Unidos. Y el tercero es el Club Bilderberg,
creado en los años 1950 por Bernardo de Holanda, padre de la actual reina
Beatriz. De cada uno dependen racimos de organizaciones, think tanks e
institutos con –aparentemente— fines de investigación y cooperación para la paz
y relación entre los pueblos, como la
Rand , la
Mesa Redonda , el Club de Roma o el Instituto Brookings. Otra
cosa es su auténtica finalidad.
El Club Bilderberg despierta cierto morbo entre los profanos, debido a las
reuniones periódicas anuales a las que suelen invitar a políticos y
personalidades del momento. La gran prensa internacional –con relaciones
interesadas en el Club—es culpable del silencio que envuelve sus actividades.
De España han acudido, aparte de la
Reina , Esperanza Aguirre y Zapatero. Juan Luis Cebrián figura
entre sus miembros. Este año se acaba de estrenar Soraya Díez de Santamaría en
la reunión celebrada en Virginia.
Contrariamente a lo que se cree, en
estas reuniones no se diseñan políticas. Eso lo hacen en petit comité, sin
testigos. Los invitados son meros oyentes, pero deben ser receptivos a lo que
dictan los diseñadores de ideas. Algunos de los políticos invitados son
promocionados para utilizarlos en la implementación de sus políticas globales.
Bill Clinton, por ejemplo, asistió a la reunión en 1991 y subió a la
presidencia un año después; Tony Blair, que acudió en el 1993, ascendió a la
presidencia del partido en 1994 y a la presidencia nacional en 1997; Romano
Prodi fue invitado en 1999 y ese mismo año fue nombrado presidente de la Unión Europea ; y lo
mismo se puede decir de George Robertson que participó en la reunión en el 1998
y un año después consiguió la secretaría general de la OTAN. Acudir a estas
reuniones es rentable. Haremos un seguimiento a la carrera de Soraya Sáenz de
Santamaría. Si tomamos como espejo los casos citados, ya tenemos a la sucesora
de Rajoy a no mucho tardar.
Los fines del Club Bilderberg y todo el entramado gnóstico-iluminista son
siniestros y juegan con la ventaja de que sus víctimas –es decir, la
sociedad—se niegan a creer que esto sea así, con lo cual su capacidad de
maniobra es total. Su objetivo es someter a la población y tener a la sociedad
angustiada y aterrorizada para que reclame soluciones y ayuda al papá Estado o
gobierno de turno.
Así se prepara el aterrizaje de los
tecnócratas y legisladores de cabeza hueca para crear el caos. Para ello, han
impuesto leyes educativas ad hoc, destructivas para la sociedad; han llevado la
droga a las “villas miseria”, los “cerros”, los “ranchitos” y las “fabelas”;
han fomentado la creación de bandas callejeras; han financiado sectas; y ¡oh!,
han inducido crisis financieras. La actual es de libro. A este respecto escribe
Carrol Quigley en su obra Tragedy and Hope: “La red que mueve los hilos
del mundo está formada por banqueros y capitalistas internacionales; es decir,
el alto mundo de las finanzas.
Reúnen a su alrededor un ejército de
científicos, tecnócratas, políticos y agentes marionetas para hacer desde las
sombras su alta política”. A esto añade Garry Allen: “… los imperios económicos
internacionales están interesados en promover el endeudamiento de los
gobiernos”. Y continúa: “Cuanto más elevada es la deuda, más caros son los intereses.
Pero además pueden exigir al Presidente de turno privilegios fiscales,
monopolios de servicios y contratas de obras. Si éste no acepta, provocan su
caída, promueven disturbios y huelgas que, al empobrecer a la nación les obliga
a claudicar ante lo que piden”. Como que nos suena.
Desde hace años, la organización lucha por romper la individualidad de las
personas y bajar su cociente intelectual. Cuanto más bajo sea éste, menor es su
resistencia al sistema. El Club y su red es a su vez responsable de la
televisión basura como método de entontecimiento de la sociedad, a la vez que
formadora de conciencias en el relativismo moral.
El objetivo final de esta pesadilla
sería, según Daniel Estulin “un futuro que transformaría la Tierra en un
planeta-prisión mediante un Mercado Único Globalizado, controlado por un
Gobierno Mundial Único, vigilado por un Ejército Único Mundial, regulado
económicamente por un Banco Mundial y habitado por una población controlada
mediante microchips cuyas necesidades vitales se habrán reducido al
materialismo y la supervivencia: trabajar, comprar, procrear, dormir, todo
conectado a un ordenador global que supervisará cada uno de nuestros
movimientos”. Excepto el chip, el resto se está cumpliendo de facto. Respecto
al microchip, están preparando campañas para convencernos “por las buenas” de
lo práctico que es prescindir de documentos, dinero, tarjetas… y llevar todos
los datos encima.
La idea de un gobierno en la sombra no es nada nuevo, aunque el ciudadano
de a pie lo desconozca. Ya Benjamín Disraeli, primer ministro de Inglaterra
dijo que “el mundo es gobernado por personajes muy distintos de lo que piensan
los que no están entre bastidores”. Roosevelt manifestó en una ocasión: “Nada
sucede en política por accidente. Si sucede algo, puedes apostar que estaba
planeado de antemano”. Y poco tiempo después de acceder a la presidencia de
Estados Unidos, le escribió al coronel Edward House: “Como usted y yo sabemos,
la única verdad del asunto es que, desde los días de Andrew Jackson, un sector
financiero ha tomado las riendas del poder en los centros más importantes”. Su
hijo Elliot diría años después: “ Dentro de nuestro mundo tal vez sólo una
docena de organizaciones son las que determinan el rumbo de nuestros destinos
tanto o más que los gobiernos legalmente constituidos”.
Lo que acabo de exponer, será para algunos pura conspiranoia. Protocolos,
Bilderberg, Trilateral… ya sé que todo es muy raro. La prensa diaria no se
ocupa de ello. Es otro mundo, o mejor dicho, es que el mundo no acaba en las
Columnas de Hércules. Los antiguos creían que sí, pero estaban equivocados.
Para descubrir estas otras líneas de investigación que nos asoman a otros
universos de la realidad, hay que retirar de nuestra mente el clásico y
obsoleto lema “Non Plus Ultra” que nos limita.
Magdalena del Amo.
http://blogs.periodistadigital.com/opinion.php/2012/06/04/club-bilderberg-una-historia-para-no-dor-2
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