miércoles, 20 de mayo de 2015

LAS DISCORDIAS

Hace algunos días la revista Semana extrajo del baúl de los recuerdos, el historial de algunas de las muchas confrontaciones que en Colombia han sostenido presidentes y expresidentes de la República.

Comenzaba el inventario de los pugilatos con el de Bolívar y Santander. De esas rivalidades -en donde brillaron las enaguas almidonadas de las Ibáñez- se considera que brota buena parte de las ideologías de los dos partidos políticos tradicionales, hoy en franca decadencia. Era tan agresivo el antagonismo de estos dos generales de “división” que casi termina en magnicidio, cuando furibundos santanderistas atentaron contra la vida del Libertador.

También entran en esta escenificación de las agrias polémicas los generales Mosquera y Obando. Fueron tan duras y aceradas sus confrontaciones, que se citaron a duelo. Afortunadamente, dada su falta de puntería, no hubo siquiera en el accionar de las pistolas asomo alguno de rasguño de plomo que quedara como cicatriz de las muchas que estas rivalidades han dejado en la convulsionada y paradójica historia política colombiana.

La tercera discordia que se recordaba fue la de López Pumarejo con Laureano Gómez. López era frío, calculador y progresista. Laureano elocuente, colérico y fundamentalista. López creía en el Estado laico. Laureano en el teocrático. Tal pugnacidad se heredaría por algunos de sus ponzoñosos seguidores.

La beligerancia entre pesos pesados de la política nacional no ha sido esquiva de los anales de la historia nacional. Hay que recordar la que sostuvieron López Michelsen y Misael Pastrana. Ataques irónicos los más, como alusiones descompuestas en donde se puso en duda hasta la virilidad de uno de los protagonistas. Solo ante la tumba de Pastrana, López arrió su bandera con sentida oración fúnebre.

Uribe y Santos prolongan esta tradición de controversias. Quieren escribir su propia historia. Si bien es cierto que en los últimos días se ha amainado la tempestad verbal, en cualquier momento se aviva, en tanto persistan las improvisaciones y los bandazos santistas en el proceso de paz que se discute en La Habana.

Santos quiere despanzurrar a Uribe. Se le mete en su propio patio. Aspira derrotarlo en Antioquia en las elecciones regionales y locales de octubre, así tenga que aliarse hasta con el diablo.

Y no será fácil para Uribe enfrentar, con su solo prestigio que apabulla la deteriorada imagen de Santos, el poder de un mandatario que ejerce dentro de un sistema presidencialista. Sistema en donde el jefe de Estado es una especie de “dictador constitucional”, al tener en sus manos nombramientos internos y externos, contratos y ahora -así sea con un fisco en cueros- potes de mermelada para hastiar hasta al más glotón de sus socios y aliados, y doblegar la ética del más practicante de la rectitud política.

Así que este duelo Santos-Uribe revive lo que ha sido, a través de los 200 años de historia republicana, la rivalidad de presidentes y expresidentes. Quizá esta será una de las más largas, con el riesgo de entrar en el libro de récord Guinnes, por lo menos en lo que corresponde a las enconadas grescas colombianas.

Alberto Velásquez Martínez

http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/las-discordias-GG1954877

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