Discurso del escritor Fernando Vallejo, pronunciado este 6 de abril de 2015
en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá, durante la Cumbre Mundial de Arte
& Cultura para la Paz.
Este sinvergüenza que tenemos en la presidencia, a la que subió predicando la guerra y en la que se reinstaló
predicando la paz, por lo menos unas cuantas diferencias tiene con sus
interlocutores de La Habana, los hampones de las FARC, con los que negocia de igual a
igual: que no vuela torres eléctricas, ni siembra minas quiebra patas, ni
secuestra, ni mata, aunque sí extorsiona, a través de la DIAN, y recluta, a
través del Ejército, a cuanto muchacho pobre logra agarrar.
A lo que le sumo su concierto
para delinquir en calidad de director concertador de tres de los grandes combos
o mafias de esas que aquí llaman partidos políticos: el de la U, el Liberal y el del Cambio Radical. Cuál cambio, cuál radical, si
esto siempre ha sido aquí lo mismo, el reparto del botín de los puestos
públicos y sus contratos entre un grupo de bellacos amafiados que se dicen
buenos ciudadanos y que montan y desmontan partidos para sus fines.
La ruina de Colombia es inconmensurable: económica,
social, cultural, moral, total. Millones de exiliados, millones de desplazados,
millones de desocupados, una deuda externa de 100.000 millones de dólares, un sistema financiero de estafadores, un Congreso de corruptos, un
poder judicial corrupto, el campo en ruinas, el peso en picada, la prensa
arrodillada, las ciudades en manos del hampa, la inseguridad en todas partes, y
como última razón y causa de todos nuestros males, la desaparición del Estado,
el cual incumpliendo su función esencial de garantizar la vida y los bienes de
todos no se los garantiza a nadie y solo existe aquí para atropellar y atracar:
para atropellar con sus trabas y atracar con sus impuestos.
Pues para tapar la realidad
monstruosa con cortinas
de humo que no dejen ver lo que pasa, al
sinvergüenza le dio por armar en Cuba un dizque “proceso de paz” con la banda más dañina y criminal que haya conocido Colombia, los
bandoleros de las Farc. Surgido de la crema y nata de la gusanera de la clase
política colombiana y traidor nato, el sinvergüenza de que estoy hablando se
llama Juan Manuel Santos.
Que haya sentado en Cuba a sus
enviados a negociar con los de las FARC como iguales se me hace perfecto porque
lo son: alimañas todos. Unos bribones negociando con unos hampones. ¡Pero que
haya sentado también a nuestros generales! Generales de Colombia que van a La Habana: ¿acaso a ustedes o a sus hijos
los secuestraron o los lisiaron o los mataron los criminales de las FARC? No: a
sus soldaditos, reclutados entre los muchachos pobres del pueblo, o a la gente
humilde del campo que aquí siempre paga el pato. Ustedes están mandando desde
la seguridad de sus oficinas de Bogotá, bañándose en la piscina del Club
Militar y mamando a lo grande del presupuesto. Miserables.
Bendecida por los Castro (sostenedores desde siempre de las guerrillas colombianas porque son como
ellos, carceleros, asesinos, narcotraficantes y dizque revolucionarios), la
mesa de negociaciones de La Habana lleva ya dos años largos en ellas. ¿Y cómo
negocian? En la oscuridad, aunque el sinvergüenza hace creer que es a la luz
del día. ¿Y qué negocian? El botín, el de los altos puestos públicos y sus
contratos. Los que durante doscientos años han gozado del botín enzarzados en
guerras civiles y elecciones resolvieron ahora que a los de
las FARC les tocaba probar el pastel al estilo de lo que ya hicieron con los
del M-19, quienes lo que no lograron con las armas y el derramamiento de la
sangre lo están logrando con el engaño de las urnas. Ya tienen la alcaldía de
Bogotá y acabaron con la ciudad. Ahora van a seguir con Colombia.
Vuelvo al otro. Maneja sus
marionetas de La Habana desde aquí mandando llevar y traer. Hoy van las
víctimas, mañana los generales, pasado mañana irá Francisco, que es tan bueno. Que aproveche este san
Francisco para lavarle los pies a Castro, el tirano que bendijo Wojtyla.
Hace cinco años, una semana antes
de las elecciones en que lo eligieron, el manipulador de marionetas repetía
como disco rayado que Álvaro Uribe era el más grande presidente de la Historia de Colombia. No bien salió elegido y al más grande presidente de la Historia de Colombia
y su protector le dio su buena patada en el culo, perdón, trasero. Hasta risa
me dio. Últimamente le tocó su patada a su exjefe Gaviria. Este payasito
traidor sí es muy gracioso. Traiciona aquí, traiciona allá, es el traditor
traditorum que diría Cicerón, nuestro traidor de los traidores.
A García Márquez hace un año,
cuando murió, para sacar partido del muerto porque se le tambaleaba su
reelección le organizó un homenaje de cenizas presentes en el Palacio de Bellas Artes de México y dijo en tan solemne ocasión que era el más grande de los colombianos: de
hoy, de ayer y de mañana. A mí estas hipérboles garciamarquianas de nuestro
Nostradamus criollo me encantan, máxime que a Gabito también lo usó y lo tiró.
Él usa y tira vivos o muertos, según le sirvan o no le sirvan. ¡No estar vivo
Gabito que era tan amigo de los Castro para que le ayudara ahora en sus
negociaciones de paz!
Paso a hablar de las dos
ocurrencias más geniales que ha tenido el guerrero pacifista: la “potencia
emergente” y la “justicia transicional”. ¿Una potencia emergente con millones
de pobres, millones de desplazados, millones de
damnificados y millones de exiliados que lavan inodoros en el extranjero? Lo que somos es una potencia
exportadora: de colombianos.
En cuanto a la “justicia transicional”, en realidad es la impunidad
permanente. ¡Dizque esto es una democracia! Esto es una monarquía, y la
impunidad la reina de Colombia. Juan Manuel Santos no es más que su primer lacayo.
Consumado el proceso de paz,
¿Timochenko irá de candidato a la alcaldía de Bogotá? A la alcaldía no: a la
presidencia. Para la alcaldía va Iván
Márquez compitiendo con los pacifistas
Mockus y Petrus. Mockus, lituano huido in útero de Stalin se instaló en
Colombia a matar perros con su sicaria Beatriz Londoño, la electrocutadora de
Engativá.
Pasa por bueno pero es malo. Se hace el loco pero es un imbécil. ¿Y Petrus,
el reintegrado del M-19, los que se robaron la espada de Bolívar? Se la habrán
robado, pero la devolvieron, y como la devolvieron no se la robaron y entonces
ahí no hubo delito.
Como no habrá delito, en virtud de la justicia transicional, para el que le
voló los ojos con una mina quiebra patas a un campesino o a un soldado. O los
oídos. O las piernas. O para el que lo mató con un burro cargado de cilindros
de gas. ¿Y la reparación satisfactoria a estas víctimas qué? ¿Cómo se logra?
Ningún problema. Viene Cristo y les devuelve la vista, el oído, el caminado, la
vida a los afectados. ¿Y si no viene? ¡Cómo no va a venir! ¿Entonces para qué
somos un país católico?
Ciento sesenta y dos órdenes de
captura pesan sobre Timochenko, quien sumando las condenas que
le han impuesto los varios jueces que lo han juzgado tiene que pagar 178 años
de cárcel. ¿Cómo resuelve esto la justicia transicional? Muy fácil. Puesto que
con capturar al fugitivo una vez ya queda capturado, las 161 órdenes restantes
salen sobrando: con una sola captura basta. ¡O qué! ¿Es que usted captura a un
prófugo 162 veces?
Y puesto que el prófugo se entregó motu proprio acogiéndose a la justicia transicional, quedó sin haber captura pues fue entrega. ¿Y los 178 años de cárcel? Los
paga en milisegundos. En la justicia transicional un año es un milisegundo. Por
eso es tan transicional. ¿Entonces Timochenko solo va a pagar 178 milesegundos
de cárcel? Pobre, no va a alcanzar ni a comerse una empanada de iglesia.
Habiendo pagado su condena,
Timochenko saldrá de la cárcel para las elecciones y de las elecciones para la
presidencia. Excelentísimo señor doctor don Timochenko, presidente de la
República de Colombia: Espérese un poquito aquí en el lobby antes de ingresar a
la sala, que le vamos a tocar el himno. “Oh gloria inmarcesible, oh júbilo
inmortal”. ¿Qué querrá decir inmarcesible? Piedad Córdoba ha de saber. Piedadcita conoce
todas las coordenadas.
Colombianos: maten, roben, extorsionen, violen, secuestren, que el
anticuado concepto del delito aquí desapareció. Somos una potencia emergente,
somos la revolución jurídica, somos la vanguardia del planeta.
Al Padre Eterno le salió su Único
Hijo bobo. Se hizo colgar de una cruz para redimirnos, han pasado dos mil años
y miren dónde estamos. Peor no puede estar Colombia ni puede estar el mundo.
¿Cuántos años más se van a necesitar para que surta efecto su redención? ¿Otros
dos mil? El Hijo de Dios e insultaba con nombres de animales como cualquier
Fidel Castro: “Id y decidle a ese zorro que yo predico y hago milagros”, le
mandaba decir a Herodes. “Serpientes, raza de víboras”, les decía a los
fariseos.
Y dizque “No les deis las perlas a los cerdos”. Sí se las doy, y a mis
perros caviar. Nunca le cupo en su cabecita loca que puesto que los animales
sufren también son nuestro prójimo. Los zorros, los cerdos, los perros, las
vacas sufren, por lo tanto son mi prójimo.
Su mal ejemplo pervive. Por eso Beatriz Londoño, la sicaria de Mockus,
puede electrocutar impune a cuatrocientos perros en Engativá mojándolos con
agua en el amanecer de la sabana y tirándoles varillas de hierro electrizadas.
¡No ser yo presidente de esta republiquita para electrocutar a esa vieja en
pelota y mojada con agua fría!
Vuelvo al loquito de Galilea que no quería a los animales como Antanas Mockus. Le dio por abolir la Ley del
Talión, la del ojo por ojo y el diente por diente, y miren cómo está el mundo.
El hombre nace malo y la sociedad lo empeora. Su tendencia natural es a obrar
mal y no tiene redención.
Al niño hay que castigarlo para que aprenda. Sin castigo para el que hace
el daño no puede existir la sociedad. Solución rápida: que se restaure la Ley
del Talión pero perfeccionada: los dos ojos por uno, todos los dientes por uno,
y como el hombre no tiene sino una vida, que el que mate pague con la suya y
con la vida de su madre. Repudio la justicia transicional. Repudio que siga
habiendo aquí prescripción del delito. Que no se quede en Colombia sin castigo ni el robo de un tornillo. Máxime si se lo sacaron a uno de la
cabeza.
Dos años llevan en La Habana con
el cuento de la paz, escamoteando desde el principio, deliberadamente, el punto
esencial, el de si van a pagar cárcel por sus crímenes los delincuentes de las
FARC. Si sí, cuánto y en qué. ¿En años, o en milisegundos? ¿Por qué lo están
dejando para el final? Para embrollar y diluir la infamia contando con la
olvidadiza memoria humana.
Nada van a pagar. Se reintegrarán a la sociedad como los reinsertados de
Uribe, que siguen delinquiendo, y formarán un nuevo partido, el de Justicia y Libertad,
para sumárselo al Liberal, al Conservador, al de la A, al de la B, al de la C,
al de la U, a la Alianza
Verde, al Polo Democrático, al Centro Democrático, a la Opción Ciudadana, al
Cambio Radical, y se pegarán de la ubre pública como los de todos estos.
Andaba de asesor en narcotráfico
en México y de negociante en La Habana, de donde acaba de regresar a ocuparse
del desminado (no con sus propias manos, claro, con las ajenas), un general
Naranjo, de cuatro soles, Ministro para el postconflicto, quien sin haber
cruzado una bala con delincuente alguno ha llegado a ser el mejor policía del
mundo. O sea que aquí tenemos: el mejor policía del mundo, el mejor presidente
del mundo y el mejor colombiano del mundo. ¡Cómo no vamos a ser el país más
feliz del mundo!
En las pasadas elecciones, para servir a la patria, este general-policía se
le ofreció a Santos de vicepresidente para el período de la reelección. No se
le hizo porque no contaba sino con dos votos, el suyo y el de su mujer, y
Santos le dijo que tenía que poner dos millones, que multiplicara su caudal
político por un millón. Pero que llega, llega, y no a la vicepresidencia: a la
presidencia. Entonces Santos sentirá en trasero propio lo que sintió Uribe. El
que a hierro mata a hierro muere. ¡Ministro del postconflicto! ¡Cuál
postconflicto! Mientras no se castiguen los crímenes de las FARC aquí no se ha acabado ningún
conflicto.
Santos: Hace un año en declaraciones a El
País de España dijiste (y me podés ver en YouTube leyéndolas en un ejemplar de
ese periódico en la última Feria del Libro de Bogotá), que ibas a convocar a un referendo o plebiscito para que Colombia aprobara o
rechazara lo que se acordara en La Habana. Como sos un negociante que compra y
vende y un fumista que lanza pantallas de humo, te pregunto si nos vas a
escamotear ahora el plebiscito.
Compradores de conciencias con
puestos públicos, traidores de lealtades efímeras: Repudio su reconciliación.
Repudio su paz. Solo quiero que se les haga justicia a las víctimas de las FARC
y se castigue a sus victimarios, y de paso a los que los solapan con
conversaciones de impunidad que llaman de paz.
César
Gaviria le entregó a Pablo Escobar a Medellín y a Bogotá para que los bombardera y devastara; le permitió
construir su cárcel privada de La Catedral en Envigado para que desde allí
siguiera delinquiendo y asesinando y le metiera preso a su viceministro de
Justicia; sin haber pavimentado ni una calle abrió la importación de carros y
embotelló el país; abrió la importación de textiles y demás productos que aquí
se producían y acabó con la industria colombiana.
Andrés Pastrana, para hacerse elegir, fue a los
Llanos a abrazar a Tirofijo y ya electo le entregó el Caguán para que lo
convirtiera en su bastión desde donde nos atacara. Álvaro Uribe instauró para sí
mismo la reelección inmediata; extraditó a los Estados Unidos a espaldas del
país, de la noche a la mañana para que no hablaran, a los grandes capos
paramilitares, que allá tenían cuentas pendientes por narcotráfico pero que
aquí las tenían por los más monstruosos crímenes de sangre; hoy muchos de sus
funcionarios más cercanos andan fugitivos acusados de montones de delitos de
los que él se lava las manos; y aunque sus hijos se han hecho ricos echando
azadón y pala, él como papá está pobre.
Pues Juan Manuel Santos fue ministro de
los tres y por lo tanto su cómplice. Juan Manuel Santos es el más grande
bellaco de la Historia de Colombia, y estas jornadas por la paz una farsa.
http://www.elespectador.com/noticias/cultura/infamia-aqui-llaman-paz-articulo-553421
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