El segundo capítulo de las
conversaciones en La Habana ,
es una réplica exacta del primero. La misma dinámica de demandas a granel por
parte de las Farc, idéntica secuencia de advertencias inútiles del Gobierno
para que se ciñan al “Acuerdo General” y hasta supuestos inamovibles, que
frenarían las pretensiones de los ilegales. A la final, emitirán otro “informe
conjunto”, para comunicar las nuevas imposiciones de la guerrilla –esta vez en
“participación política”–. Todo a cambio de nada, tal como ocurrió con el
“acuerdo agrario”. El panorama es preocupante. El Gobierno dilapidó el poder
que le otorgaba la victoria en la lucha narcoterrorista y ahora es él quien
pide concesiones a la guerrilla.
Para las Farc, la negociación no es un
medio para alcanzar la política. Es un fin en sí mismo, que comulga con el “uso
de todas las formas de lucha”, para conseguir el poder absoluto. Ya
supuestamente concretó el “asunto de la tierra”, con una propuesta
expropiatoria y reforma agraria incluida. Un protocolo que el Gobierno avaló
sin mayores explicaciones, comprometiendo el futuro agropecuario, la vida de
los pobladores del campo, la propiedad privada y el desarrollo rural. Es mucho
lo que el Gobierno pretende entregar según los textos divulgados.
Pero ¿cuánto más podría ceder, en su
búsqueda por el “Acuerdo final para la terminación del conflicto”? Entre las
“salvedades” del acuerdo agrario y los puntos que restan por negociar, todo
puede pasar. Basta analizar las estrafalarias demandas para la “participación
política”. Comprenden reestructurar el Estado de Derecho y los poderes
públicos, incluida una reforma político-electoral. Los objetivos: redefinir los
mecanismos de participación política, modificar el Poder Legislativo –mediante
la conformación de una Cámara Territorial, que sustituiría la Cámara de Representantes–,
otorgar plenas garantías a las organizaciones guerrilleras y sus combatientes
para el ejercicio de la política y hasta extender el actual periodo
presidencial. Pero hay más: rediseñar la descentralización y el orden
jurídico-económico, reconvertir las Fuerzas Militares y proscribir doctrinas y
prácticas contrainsurgentes, democratizar los medios de comunicación y, por
supuesto, convocar una Asamblea Nacional Constituyente. ¡Casi nada!
Pero, mientras la guerrilla toma la
iniciativa y adelanta una exitosa campaña de persuasión a nivel internacional
–que cala sin problemas en Bogotá–, el Gobierno da pasos temerosos y hace
lánguidos pronunciamientos. No se percibe un manejo certero de la información,
no anticipa escenarios, no mide el costo-beneficio de las demandas de las Farc
y tampoco presenta planteamientos públicos, para reaccionar o dirigir las
conversaciones. Se limita a conceder más de lo que debería y reiterar tímidas
solicitudes a las Farc sobre la “dejación de las armas”, su “reincorporación a
la vida civil… dentro de las reglas de la democracia” o “el respeto por los
derechos de las víctimas”, aunque obtenga a cambio las mismas cínicas
respuestas de los narcoterroristas.
¿Qué van a poner las Farc en esta
“negociación? Al parecer Nada. O quizás, modificarán su oferta extorsiva para
dejar de atormentar a los colombianos, si el Gobierno cumple sus exigencias en
la mesa. Sin embargo, en las regiones pensamos que deberían responder por las
800 mil hectáreas que han despojado, entregar las armas, las rutas del
narcotráfico, el ganado que han robado y los mapas de las zonas minadas. Así
como devolver a sus familias a los menores reclutados, la dignidad y el respeto
a miles de mujeres que han prostituido, liberar a los secuestrados, a los
“raspachines” que usan para la siembra de coca y a los campesinos que explotan
en la usurpación ilegal de recursos mineros y pagar por los miles de
asesinatos, masacres y desaparecidos. Y, además, dejar de promover revueltas como
la que hoy se vive en el Catatumbo.
Pero nada de eso parece posible ante la
postura del Gobierno, que luce comprometido en una sola vía: la de hacerle el
juego a las Farc, entregando el campo y el Estado Social de Derecho. Sin duda,
el Gobierno está atrapado en la reelección. Es rehén de las Farc.
JOSÉ FÉLIX LAFAURIE RIVERA
Presidente Ejecutivo de Fedegán.
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/N/negociando_en_una_via/negociando_en_una_via.asp