Amable lector, repasando páginas de
nuestra historia, quienes han escrito sobre la vida de Simón Bolívar, no se ponen de acuerdo en reconocer sus
méritos y en admitir sus defectos. Pero todos, sin excepción, coinciden que él
más que nadie luchó por la igualdad de clases.
Afirmaba que blancos, mestizos,
negros, pardos e indígenas tenían los mismos derechos ante la ley. Prueba de
ello es que dio la libertad a sus esclavos. Al general Manuel Piar, un mulato ambicioso y altivo por promover el
enfrentamiento entre blancos y las gentes de color autorizó que fuera
ejecutado.
Con la lenta agonía y muerte del
coronel Chávez Frías, quien hizo de Bolívar un ejemplo para seguir, y que
ordenó realizar un sofisticado procedimiento para tener certeza de su verdadero
rostro; en cambio, poco hizo por indagar sobre el alma del Libertador, pues de
haberlo hecho tendría claro que su suerte sería la misma del general Piar.
Chávez, motivado por tantas injusticias, abusos y desprecio por las gentes pobres, quiso cambiar tal estado de cosas, y lo realizó a su manera. Muchos recibieron ayudas en vivienda, educación y salud, pero en cambio, destruyó buena parte de la actividad productiva, alejó la inversión y el ahorro, lo que de manera inequívoca significa que en un futuro habrá más pobres.
Chávez, motivado por tantas injusticias, abusos y desprecio por las gentes pobres, quiso cambiar tal estado de cosas, y lo realizó a su manera. Muchos recibieron ayudas en vivienda, educación y salud, pero en cambio, destruyó buena parte de la actividad productiva, alejó la inversión y el ahorro, lo que de manera inequívoca significa que en un futuro habrá más pobres.
Da la impresión que tampoco leyó
sobre dos grandes revolucionarios, José Stalin y Mao Tse Tung, que no dudaron en sacrificar millones de
personas, exigiéndoles trabajar hasta morir para fundar los cimientos del
aparato productivo (bienes de capital). Gracias a lo cual buena parte de las
gentes de hoy disfrutan de un mayor bienestar, que se fertilizó con la sangre
de personas inocentes.
En la obra escrita por los
bondadosos señores Henao y Arrubla, poco se dice de las dificultades que debió
superar con sus propios conciudadanos, en particular en el campo militar. Entre
otros, Páez, Bermúdez, Rivas, Piar, Zaraza, Cedeño, Castillo y Monagas. Lo
anterior, sin contar con el Hombre de las Leyes y muchos otros de los nuestros.
Luchar contra los españoles fue una labor menos ardua.
Por la envidia de sus conciudadanos
debió salir de Venezuela y finalmente abandonado de todos vino a morir en Santa
Marta. Lo acompañaron doce personas que contrastan con el millón que despidió
al coronel. Sus restos fueron repatriados unos años después. No por
agradecimiento a lo que hizo sino por conveniencias políticas.
Lástima que alguien que tuvo tanto
poder, haya desperdiciado la oportunidad de hacer un mejor uso de los enormes
ingresos que genera el petróleo. Si hubiese creado más oportunidades de trabajo
y no hubiese estimulado la lucha de clases, hoy Venezuela sería muy diferente y
nosotros también.
Expongo estas líneas para concluir
que, con más frecuencia de lo que se cree, se cambian los principios y las
ideas de los grandes hombres, incluyendo a Jesús de Nazaret, para acomodarlas a
las conveniencias personales. Ojala que alguien, en un día no muy lejano, les
diga a las gentes de Venezuela, que pueblo que no trabaja nunca progresa, que
la pereza no es pobreza pero por ahí se empieza. Y que un buen estadista
primero produce y después reparte.